Celia crece a la fuerza
La primera novela de Celia llamada Celia, lo que dice, sale en 1929, y a continuación, tras el éxito inmediato, continúa la serie de esta niña con Celia, en el colegio ; Celia, novelista; Celia en el mundo, y por último, Celia y sus amigos ( 1935). Elena Fortún, siguió publicando libros, pero ahora los protagonistas eran otros como Cuchifritín, el hermano pequeño de Celia, y Matonkikí, la prima de los Gálvez, una niña bizca, que cecea e insufrible de lo traviesa que es. Pero no puedo hablar mucho de estos libros , porque a día de hoy no los he leído .Tras el estallido de la guerra civil, Elena Fortún siguió en España trabajando como periodista y colaborando en una revista republicana llamada Crónica, en la que narraba las situaciones tan precarias de algunos trabajadores, las situaciones de desesperación de algunas familias humildes, y el buen trabajo de las llamadas Casas de los niños, guarderías que acogían a los niños de familias muy pobres para darles de comer, asearles y darles mucho cariño. Además de su ejemplar labor como periodista durante los años más convulsos de nuestro país, Fortún, continuó escribiendo la vida de la familia Gálvez de Montalbán. En 1939, antes de huir a Francia donde cogería un barco junto a su marido, Eusebio de Gorbea , entregaría a su editor Manuel Aguilar el título de Celia, madrecita.
En el prólogo, Elena Fortún, a través de Celia, escribe:
En el otoño murió mamá, al mismo tiempo que nacía María Fuencisla, y en los últimos días de noviembre, cuando yo aún estudiaba llorando por las noches, recibí una carta del abuelo.
En esa carta, su abuelo, que vive en Segovia, le pide que deje los estudios por un tiempo porque la necesitan para criar a sus dos hermanas pequeñas.
Lloré sobre mis catorce años, que habían sido felices hasta la muerte de mi madre, mis tres cursos de bachillerato, que consideraba perdidos, y los pájaros de mi cabeza, que aleteaban moribundos...
...
Hace años, cuando yo era pequeñita, me habría asomado al balcón decidida a ver en cada transeúnte un tiburón o una ballena...Me reí pensándolo...¡Qué novelera había sido!...La verdad es que ahora no lo era menos...También me gustaba salirme un poco de la vida real para inventarme otra más a mi gusto...
Sí, sí; estábamos corriendo un temporal; pero si yo perdía la serenidad, ¿Qué iba a ser de la tripulación?
Celia, una niña libresca y novelera, siempre se había salido un poquito de la realidad para ser más feliz, pero tras lo sucedido no le queda otra que asumir el papel tan importante que le han otorgado y lo realiza con creces. El padre, abatido por la muerte de su mujer, y la orfandad de sus hijos, está pasando por un mal momento para la economía familiar, por lo que tiene que partir para alimentar a la familia, mientras Celia, su hija mayor, se queda en casa administrando el dinero, ayudando a Valeriana con el cuidado del hogar, criando a sus hermanas, y perdiendo la juventud que esperaba.
-Cada uno hemos de sacrificarnos en la medida de nuestra fuerza... ¿Qué sacrificio hemos de pedirle a tus hermanas? Para ellas , todo cuanto hagamos es poco. Tú y yo únicamente hemos de llevar la carga ¡Y bien que me duele que tú la lleves!
Tuve que consolar a papá y asegurarle que estaba contenta, que era feliz cuidando de él y de las niñas, que no cambiaría mi vida por la de ninguna chica de mi edad...Y además, ¡era verdad esto!
Como dice la investigadora de Elena Fortún, Nuria Capdevila Argüelles, la novela de Celia, madrecita será el comienzo del fin de la mujer moderna, de esa "chica rara" que representa la modernidad de aquellas mujeres que desean ser independientes y emanciparse de la vida doméstica, y tener una profesión remunerada que les haga sentirse realizadas. Celia ya es una jovencita que como su creadora, publicaba cuentos en las revistas para los niños y está estudiando el bachillerato. Uno de sus sueños es llegar a ser bibliotecaria, pero no podrá llegar a realizarse. Uno de los motivos: la muerte de su madre tras dar a luz a María Fuencisla ( Mila), la cuarta y última hermana de la familia. Tras la muerte de Pilar de Montalbán, a Celia no le queda otra que hacerse cargo de sus hermanas pequeñas, pues el padre tiene problemas económicos, tiene que trabajar, y en esa época eran las mujeres las que llevaban la casa.
En esta novela, ya no nos muestra Elena Fortún a una niña pícara y aventurera como lo fue en sus primeras novelas, en la que Celia, es una niña de siete años y vive su infancia en el apogeo de la II República. En esta novela nos quiere mostrar otra realidad social, la de los tiempos anteriores al estallido de la guerra civil, pues en más de una ocasión se hace referencia a la efervescencia y la tensión de aquellos tiempos, y el contraste entre la vida burguesa en la capital de antes y la vida humilde en el pueblo de Segovia. Tras la publicación de Celia, madrecita la saga continuará con Celia, en la revolución.
-Valeriana hace muchas cosas que tú no deberías hacer nunca, como gruñir y rezongar cuando está enfadada, dar portazos, pegarse con las mujeres en la plaza...¡Pobre! Ha trabajado toda su vida, no ha tenido un papá y una mamá que la educaran y la enseñaran lo que os han enseñado los vuestros. Es la víctima de una terrible injusticia social.
Esta bonita reflexión que tiene el abuelo de Celia con sus nietas, acerca del comportamiento de Valeriana, la criada de la familia, una mujer de origen muy humilde que no ha tenido la oportunidad y la gran suerte de haber recibido una educación en la escuela, ni una familia que se hiciera cargo de ella, nos hace pensar en lo que era para la autora la educación y la importancia de esta en el desarrollo integral de una persona. Elena Fortún, llegó tarde a los estudios, pero supo sacarle provecho. También esta reflexión, nos ayuda a comprender a los demás y a no juzgarlos por sus actos, porque posiblemente hay mucho detrás de una mala conducta, un mal gesto y una inadecuada actitud.
...
-Lo que cuentan los libros es para todos, para los ricos y para los pobres, y aún más para los pobres, porque tienen que aprender a ganarse la vida. Petruca comprendía, porque yo le expliqué muy largamente que todas aquellas faenas de la huerta que ella sabía estaban escritas en los libros con todo detalle. Todo está en los libros...En los libros se enseña todo, en las escuelas, en los institutos, en las Universidades...
Petruca me escuchaba. Luego dijo reflexiva:
-Pues si todu eso es verdad, y todu se aprende en los libros y en las escuelas, ¿por qué no nos enseñan a los pobres para que lo hagamos todu bien? ¡Tanto aprender, tanto aprender los ricos, que p´al caso nunca van a hacer nada! ya dice bien el mi padre, que en este mundo todo anda de mala manera...
Y no supe que contestar a Petruca.
En esta otra conversación que tiene Celia con Petruca, otra niña de condición social más humilde, nos muestra la importancia que tiene para ella los libros y la educación de todas las personas independientemente de su origen. Es muy triste saber que en aquellos años todavía había muchas personas analfabetas que por su condición social no tenían la oportunidad de acceder a la escuela, ni al descubrimiento de las maravillas que guardan los libros, porque tenían que trabajar para ayudar a la economía familiar.
Elena Fortún durante los años 1930 y 1931 trabajó como periodista colaborando en Gente Menuda donde realizó una sección con entrevistas varias que hizo a niños y niñas de Madrid. Estas entrevistas se publicaron con el fin de dar a conocer a otros niños y mayores otra realidad que era muy diferente a la de ellos. Y que a día de hoy se han publicado en formato libro llamado Lo que cuentan los niños.
La novela al acabar da comienzo al estallido de la guerra haciendo referencia a los saludos de unos trabajadores que reciben Celia y su familia desde la ventanilla del tren y la última conversación que tiene Celia con su padre y su abuelo, en la que dice como última frase que se le ha apretado en corazón sin saber por qué.
-Es dieciocho de julio...
Y el corazón se me apretó sin saber por qué...
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