sábado, 16 de julio de 2022

2. Primeros años de juventud


En el año 1902 su padre, Leocadio, fallecía dejando desoladas a su mujer e hija. Por aquel entonces, Encarna/Elena tenía unos 18 años y el destino de la mujer de clase media y con una educación centrada en ser una  futura señora ama de casa y madre, muy a su pesar, no le quedó otro remedio que el matrimonio. El afortunado fue su primo segundo, Eusebio de Gorbea Lemmi, militar de profesión , pero dramaturgo y escritor por vocación. En un principio, se podría decir que hacían un buen equipo, pues a Encarna le apasionaba leer y Eusebio era un gran aficionado a la literatura. 


                                                         Encarnación Aragoneses Urquijo
                                                                     alias Elena Fortún

                                              


                                                                  Eusebio de Gorbea


Se casaron en el año 1906 y tuvieron dos niños; Luis nacía en 1908 y Manuel (Bolín cariñosamente) nacía en 1909. En aquella época de su vida, Encarna se centraba en su familia, principalmente. 

Por aquel entonces todavía no había descubierto su elemento y, además, era difícil descubrir una vocación en una sociedad machista y patriarcal, siendo madre y esposa a tiempo completo. Al cabo de los años, ella misma será consciente de que haberse casado fue el peor error que pudo cometer en su vida, pues al parecer, la relación con su marido era tensa, el carácter de Eusebio tan cambiante y con tendencias depresivas chocaba con el de Encarna.

En cambio,  el haber tenido a sus niños, le ayudaba a seguir día a día, pues por ellos lo hacía todo. Al parecer, siempre tuvo muy buena relación con  todos los niños, quizás por su carácter y el ser una persona sensible y empática le ayudó a conectar con la manera de ver el mundo, sentir y pensar de los pequeños.

Algunas veces, se descubría ella misma anotando en un cuadernito las observaciones que tenía en el parque del Retiro, al que iba como las otras madres con sus hijos. Al parecer le llamaban tanto la atención las salidas y disparates de algunos niños que no podía evitar anotarlo. En una ocasión,  una amiga suya, y también escritora, María Lejárraga, le animó a que publicara lo que escribía, porque aquellos escritos tenían mucha gracia. (Lo haría años después)

El matrimonio Gorbea Aragoneses se relacionaba con muchos intelectuales de la época y fue así como Encarna había conocido a María Lejárraga, entre otras mujeres intelectuales de la época. Pero, si hay que destacar a una persona, y muy amiga íntima de Encarna es Mercedes Hernández. Encarna y Mercedes se conocieron gracias a la amistad que unía a Eusebio y a Eduardo Díez, también militar. Y a pesar de las diferentes personalidades de estas dos mujeres, fueron grandes amigas hasta la muerte de Encarna en 1952. Pues la primera, fue mucho más pasional e inquieta, en cambio, Mercedes era una mujer sosegada, tranquila y aparentemente feliz esposa y madre abnegada.



                                               A la izquierda Mercedes, a la derecha Encarna


               Eduardo, su esposa Mercedes y su bebé, y Encarna con sus dos niños y Eusebio.


Pasaron los años más o menos "felices" con sus dos niños pequeños, los malos ratos que pasaba con el marido y la correspondencia con su amiga Mercedes, ya que esta última vivía con su esposo en Tenerife y se veían muy poco, hasta que a finales del año 1919 la enfermedad y la desgracia llamó a la puerta de la familia. Bolín, el pequeño de los dos hijos comenzó a pasar unas fiebres terribles que le obligaron a abandonar la escuela ( Institución Libre de Enseñanza) y a estar gran parte del tiempo en la cama. El pequeño tenía tan solo 10 años cuando enfermó de encefalitis y falleció en abril de 1920.


                                             Encarna en San Rafael ( Segovia) con sus dos hijos



                                                     Manuel  de Gorbea Aragoneses ( Bolín)


Fueron años dolorosos de duelo y de búsqueda de una espiritualidad que no encontraba por ningún lado. En una de las cartas que enviaba a su amiga tinerfeña dice: 

Es un horror saber que el tiempo se va y me aleja de todo lo que más quería. Que su carita adorada ya la voy viendo borrosa, y un día hablaré de él diciendo " aquel niño que se me murió" Es una tristeza tan grande, tan grande, que llenará toda mi vida. No hay nada que pueda compensar aquel cariño que no se parecía a ninguno. Yo no sé qué dulzura había puesto él en mi alma, que al arrancarla parece que me pincha, y que solo quedan asperezas muy ondas... La poca serenidad que encuentro es aquí, en esta casa donde él vivió. Fuera de aquí, todo me entristece más.

Su amiga Mercedes estaba desesperada por querer tener a su amiga cerca para poder consolarla. Hasta que un día, en 1922, dos años después de la muerte de Bolín, a Eusebio le destinaron por trabajo a Tenerife, donde vivían sus amigos con sus hijos. Y allí fueron los tres; Encarna, su marido y Luis, su hijo mayor. Fue entonces en esos años que estuvo en la isla con sus amigos, donde Encarna encontró la serenidad que le faltaba. 

                                           

                                                 Las dos familias juntas en Tenerife (1922)


Eduardo y Mercedes conocían a un tal Leoncio Rodríguez que dirigía el  periódico La Prensa . Le presentaron a su amiga Encarna y fue entonces como ella empezó a escribir algunos artículos para ese periódico. Y fue así como descubrió su vocación y elemento vital.

Luis, su hijo mayor, estando en Tenerife sufrió un accidente con una escopeta y perdió un ojo. Tuvo que pasar una temporada en cama y su madre a su lado, le ayudaba a estudiar. En ese momento Encarna descubrió el maravilloso mundo del saber y desde ese momento decidió que no quería perderse por nada del mundo ese derecho.



                                                     Encarna y su hijo Luis en la clínica.


Esos cuatro años que estuvo compartiendo vida y familia con su querida amiga, fueron para Encarna un bálsamo de paz y de recuperación después de sentirse tan perdida y desorientada sin su hijo pequeño y sin un motivo por el que levantarse cada día. Al parecer, ya había encontrado su elemento y se dio cuenta de que  lo que más anhelaba, era escribir y ayudar a otras personas.


                                                                         Continuará...


                                                         


Referencias bibliográficas:

Dorao, M ( 1999)Los mil sueños de Elena Fortún. Alboroque Ediciones

https://www.elenafortun.es/

Biblioteca regional de Madrid. Archivo personal de Elena Fortún

https://bibliotecavirtualmadrid.comunidad.madrid/bvmadrid_publicacion/es/inicio/inicio.do

 Biblioteca de la Real Academia Española

https://www.rae.es/biblioteca/catalogo/O7437/ID2b836241/NT1?ACC=257&DI=22


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