Hace unas semanas leí un libro infantil conocidísimo llamado Matilda, y la verdad es que me gustó. Tenía ganas de leerlo porque ya había oído mucho acerca de ese libro y de la niña que protagoniza la historia, además hay una película de los años 90 que creo haber visto hace tiempo.
Escrito por el autor británico Roald Dahl en 1988, el libro nos muestra a una niña diferente que vive en un ambiente un poco hostil y que no le permiten ser como ella es y hacer lo que ella realmente desea, que no es otra cosa que leer tranquilamente y aprender algo nuevo cada día.
Al haber leído la mayoría de los libros de Celia de Elena Fortún y leer acerca del libro de Dahl, no pude evitar relacionar a Matilda con Celia, porque ambas niñas a pesar de la edad y del contexto histórico en el que se encuentran tienen algo en común. Y esto no es nada más y nada menos que el amor por los libros, las historias y la emoción que sienten al leer.
Por tanto, los libros de Celia en el colegio y Matilda tienen dos cosas en común. La primera, es que ambas historias suceden la mayor parte del tiempo en un colegio. El colegio de Celia es un internado de carácter religioso, pero el de Matilda es una escuela privada. En el internado de Celia, solamente acuden niñas de su misma condición social, y en el de Matilda acuden chicos y chicas.
Celia tiene unos siete u ocho años y Matilda todavía no ha cumplido los 5 años, es una niña superdotada, sabe leer y es una calculadora humana. Tanto Celia como Matilda, son niñas diferentes a los demás porque a las dos les gusta mucho la lectura y en varias ocasiones son vapuleadas y maltratadas por las personas mayores. Otro de los aspectos que comparten estos dos libros es que son escritos por personas que aman a los niños, los comprenden y saben la importancia que puede llegar a tener la literatura desde la más tierna infancia.
La autora de Celia que había perdido a su segundo hijo con tan solo diez años a causa de una enfermedad en 1920, empezó a escribir por y para los niños diez años después, lo que le sirvió como una manera de superar su duelo, motivada por querer emanciparse económicamente de su marido.
Por otro lado, Dahl comenzó la escritura por los años 40, pero no fue hasta la década de los 60 cuando se interesó por el mundo de la narrativa infantil y juvenil. El motivo, posiblemente, se debe a su paternidad de cuatro niños que le reclamaban cuentos e historias que, más adelante, los convertiría en novelas. Por desgracia, también sufrió la pérdida de uno de sus hijos.
Me gustaría pensar que de algún modo u otro la literatura, o en este caso más concreto la escritura, les salvó la vida en más de una ocasión a estos dos autores, tan ajenos el uno de la otra de sus respectivas existencias, por una cuestión de tiempo y espacio, parece que uno de los motivos por el que se lanzaron de lleno a escribir, fue precisamente para poder resistir la vida tan dura que puede resultar a veces.
Y es que, el ser humano no podría vivir sin la existencia de libros; sin la existencia de palabras que sedientos de expresión somos impulsados hacia un nuevo universo de pensamientos, ideas y conversaciones completamente nuevas de nuestro imaginario y de nuestro pequeño mundo. Al leer, y al escribir, vivimos otras muchas vidas, y por tanto, enriquecemos nuestro mundo interior y el de los demás.
Roald Dahl
Fortún
Y ahora vamos a centrarnos en Matilda del escritor británico Roald Dahl. En esta novela nos vamos a encontrar a varios personajes muy diversos como: el señor y la señora Wormwood, los padres de la protagonista que no saben apreciar a su hija como merece, la señorita Honey, la maestra joven y delicada de le escuela a la que acude Matilda, la señorita Trunchbulll, una cruel y despiadada directora de la escuela que disfruta maltratando a los alumnos. Y, por último, la protagonista, Matilda, una niña de casi cinco años que ha aprendido sola a leer y que disfruta leyendo novelas de Charles Dickens entre otros clásicos de la literatura universal.
Con todos estos personajes, el autor va a criticar aspectos como la ignorancia, el conformismo absoluto, la falta de interés hacia el conocimiento, y la falta de honradez y honestidad que representan los personajes de la señora Trunchbull, y los padres de Matilda.
Señora Wormwood
Papel: madre de Matilda, aunque no se hace mucho cargo de su hija.
Profesión: ama de casa y asidua jugadora del casino
Pasatiempo favorito: ver programas de televisión
Señor Wormwood
Papel: padre de Matilda
Profesión: mecánico, vendedor de coches o mejor dicho timador.
Pasatiempo favorito: ver la televisión y engañar al cliente.
ATENCIÓN A LA CONVERSACIÓN CON SU ILUSTRADO PADRE
-Papá-dijo-¿no podrías comprarme algún libro?
-¿Un libro?-preguntó él-.¿Para qué quieres un maldito libro?
-Para leer, papá.
-¿Qué demonios tiene de malo la televisión? ¡Hemos comprado un precioso televisor de doce pulgadas y ahora vienes pidiendo un libro! Te estás echando a perder, hija...
...
Señora Trunchbull
Papel: directora de la escuela
Profesión: antigua atleta profesional
Pasatiempo favorito: coger a los niños de las orejas o de los pelos , lanzarlos por la ventana y burlarse de ellos.
Señorita Honey
Papel: profesora buena y dulce de la escuela
Profesión: maestra
Pasatiempo favorito: se desconoce, pero es la única de los adultos que adora a Matilda.
Compañeros de clase de Matilda:
Nigel
Lavender
Bruce Bogtrotter
Son algunos de los niños que protagonizan junto a la señora Trunchbull los capítulos más cómicos y un tanto bizarros.
La única diferencia que he podido observar leyendo Matilda y Celia, es que el primero contiene elementos un tanto fantásticos. Por ejemplo: Matilda parece ser que tiene superpoderes de telequinesis lo que le permite mover cosas con la mirada poniendo mucha energía y atención. Otro aspecto a destacar es que a los personajes les suceden cosas que, en la vida real si les sucediera, sería difícil que siguieran con vida, como cuando los niños son lanzados por la ventana de los pelos por la señora Trunchbull.
Otra diferencia que he notado y que he echado en falta de los libros de Celia, es que el narrador es el propio Dahl, que hace de narrador interno, el que conoce bien toda la historia y nos presenta a los personajes según cómo los percibe él. En cambio, en Celia, es la niña y la joven la que nos va contando la historia de su infancia y su familia, y sus ocurrencias lo que hace, desde mi punto de vista, que tenga mucho más encanto el libro y los niños puedan meterse más de lleno en la historia.
Dejando a un lado la historia de Matilda y de toda la crítica que refleja hacia la sociedad actual, que valora más una pantalla de televisor que un libro, me gustaría compartir otra pequeña reflexión. Y, es que, no hace mucho, estando en la escuela de prácticas como maestra en un aula de niños/as de cuatro y cinco años, pude contemplar una de las estampas más bonitas ( para mí) en el aula.
Un niño de cuatro años, que tenía fama de ser un poco rebelde, ( personalmente me parecía muy noble y sensible) sentía, como muchos otros niños, una atracción especial por los cuentos que había en la clase. No eran muchos y estaban estropeados y aún así a los niños les atraía y se acercaban a aquel rincón a hojear y a contemplar las ilustraciones. Bueno, pues en esa ocasión, en la que se suponía que todos los niños de la clase debían estar escuchando a la maestra de inglés, que estaba haciendo algo que ni recuerdo ( no sería muy trascendente), ese niño se escabulló entre la multitud y se escondió en aquel rincón de libros, cogió uno y comenzó a leerlo.
La maestra no sé si lo vio, pero yo no estaba dispuesta a interrumpir un precioso momento, el de ese niño que, en una ocasión me dijo que en su casa no había cuentos, y no pude contenerme de la emoción.
La emoción que para mí supuso ver aquella escena tan absolutamente bella y que muy pocos mayores comprenden lo trascendental que puede resultar para los niños, para sus hijos, y para nuestros alumnos y alumnas, me ha llevado hasta este blog que me permite hablar de literatura infantil y a compartir libros interesantes para pequeños y adultos con el fin de que todos podamos disfrutar del maravilloso mundo de las letras y de las historias, y para seguir emocionando a ese niña/o que todos llevamos dentro.
Para finalizar, querría decir que tras haber leído un poco más de literatura infantil de mano de dos grandes como lo fueron Fortún en su tiempo y Dahl en el suyo, parece ser que uno de los requisitos para poder ganarse la vida escribiendo para niños es no dejar del todo el niño/a que todos y cada uno de nosotros llevamos dentro, para poder así, empatizar con el espíritu de la infancia. No se trata de puerilizar situaciones, sino ponerse en el lugar de ellos, interesarse por sus inquietudes, preocupaciones y deseos. En definitiva tenerles en cuenta no como niños solo, sino como personas con criterio propio, con opiniones igual de válidas que las nuestras, y con autonomía, que forman parte también de un mundo en el cual a veces los adultos nos adueñamos sin ningún derecho de él.
Referencias bibliográficas:
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/dahl_roald.htm
Dahl, R ( 1988) Matilda. Santillana.
Fortún, E ( 1934) Celia en el colegio. Renacimiento
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