martes, 25 de julio de 2023

Ancianidad en la literatura.

Cuando llega el otoño de la vida.

Con motivo del día de los abuelos, día 26 de julio, he querido escribir en la entrada de hoy un bonito homenaje a todos ellos. Tanto a mis abuelos como al resto de personas de la tercera edad, independientemente de si tienen nietos o no. 

Creo que en nuestra cultura, o mejor dicho, en nuestra sociedad actual,  la presencia de los abuelos en nuestras vidas se está perdiendo, aunque en mi contexto familiar no es así del todo, y conozco gente que también tiene una relación estrecha con sus familiares mayores. Personalmente, tengo que decir que he tenido la gran suerte de haber nacido en una familia estructurada con unos padres buenos y amorosos, y con unos familiares ( tíos, primos y abuelos también buenas personas), y de todos ellos, tengo que destacar debido a la entrada de hoy, a mis abuelos. 



Cuando nací, por motivos laborales, especialmente de mi padre, los primeros años de mi infancia pasé la mayor parte del tiempo con mi abuela materna, mi bisabuela y mi tío abuelo, aunque también estaban presentes mis padres dentro de lo que podían. Así que, es por ello que tengo muchas cosas de señora, a pesar de tener 25 años. Tener una relación tan estrecha conlleva mucho amor y confianza hasta el punto de habernos enfadado por algo y al poco tiempo volver a estar bien. A veces es complicado que un joven y una anciana se entiendan en todo, pero no por ello, deja de ser una experiencia enriquecedora y bonita para ambos. 



Para mí, las personas mayores tienen una sabiduría de la vida que supera a cualquier persona joven con carrera universitaria , máster y doctorado. Eso es otra cosa, y desde mi punto de vista, hoy en día masificado y sobrevalorado. En cambio, las personas mayores saben mucho más de todo lo que concierne a la vida y es por ello que, me gusta escucharles, aunque creo que en algunas otras cosas se equivoquen o no pensemos igual, en muchas otras cuestiones de la vida son expertos y grandes consejeros. 

Muchos de nuestros abuelos han vivido la guerra o  la posguerra, han vivido situaciones difíciles a las que muchos de nosotros, los más jóvenes ni siquiera nos hemos llegado a plantear, y en cambio, ellos ya contemplan la vida con una sabiduría calmada. Ellos ya han tenido que pasar por épocas estresantes de trabajo dentro y fuera de casa criando y educando a nuestros padres, y levantando un país destrozado tras la guerra. Son estas las personas que merecen un respeto más allá de por el hecho de ser personas mayores.

                                    




Hay una novela gráfica muy bonita que tiene adaptación cinematográfica llamada Arrugas del ilustrador español Paco Roca. Esta historia nos cuenta el día a día de la vida de un hombre llamado Emilio que ingresa en una residencia de mayores debido a su repentino alzheimer. Allí, conocerá a otras personas que, como él dejaron atrás aquellos años felices en los cuales disfrutaban de la familia, de su juventud y  de su salud. Unos están mejor que otros, algunos no son del todo conscientes del sitio en el que están, y los que sí, se lo toman de diferente manera para bien y para mal. Unos se sienten traicionados y abandonados por la familia, y otros estaban tan  solos que, allí sienten haber  encontrado  unos amigos con los que compartir habitación, charlas y actividades diarias. 




Además de la recomendación literaria,  quería compartir una serie poemas que he encontrado y que seguro que gustan tanto a mayores como a no tan mayores.  Estos nos enseñan lo duro que es y que puede hacerse el hecho de envejecer y el sentimiento de soledad que pueden llegar a sufrir los ancianos cuando sienten que su vida ya pasó y esperan con ojos pacientes y serenos el final de sus días. 

Espero que os gusten tanto como a mí. 



Llegó la tarde...

Aquí no hay viejos solo nos llegó la tarde.

Una tarde cargada de experiencia;

experiencia para dar consejos.

Aquí no hay viejos, solo nos llegó la tarde.

viejo es el mar y se agiganta,

viejo es el sol y nos calienta,

vieja es la Luna y nos alumbra,

viejo es el amor y nos alienta. 

Así que, aquí no hay viejos, solo nos llegó la tarde. 

Somos seres cargados de saber,

graduados en la universidad de la vida y del tiempo,

que nos dio un posgrado. 

Subimos al árbol de la vida y allí cortamos los mejores frutos;

nuestros hijos, los que cuidamos con paciencia, que hoy se revierte en paciencia y amor.

Joven que me escuchas: 

si en tu caminar por la vida encuentras un ser que camina encorvado, 

con pasos lentos, el pelo blanco, 

la piel arrugada, y las manos temblorosas, 

¡No lo ignores, ayúdalo,  protégelo!

Dale tu mano amiga, y piensa que,

a ti también te llegará la tarde.



Llegó la tarde de Leda Fuertes Casanova



Este poema tan bonito, lo descubrí gracias a un familiar político hace unos años. Recuerdo que lo leyó como regalo de cumpleaños a un primo mío adolescente, y me pareció precioso. 

Para mí la esencia de este poema es la  defensa de  la dignidad humana hacia las personas mayores y un canto de esperanza y alegría también hacia el camino de la vida con sus momentos más significativos en la vida de una persona. 

Si queréis escucharlo, podéis buscar el nombre de la autora en Youtube junto con el título del poema: Llegó la tarde.



Dios, 

mis manos son viejas.

Nunca lo había dicho en alto,

pero lo son.

Antes estaba orgullosa de ellas.

Eran suaves

como el melocotón maduro.

Ahora tienen la suavidad

de las sábanas ajadas o las hojas marchitas.


¿Cuándo estas manos esbeltas y gráciles

se convirtieron en garras nudosas y mermadas?

¿Cuándo, Dios?

Yacen aquí en mi regazo, 

desnudos recordatorios de este cuerpo cansado

que tanto ha trabajado.


¿Cuánto tiempo hace que alguien me tocó?

¿veinte años?

Soy viuda desde hace veinte años.

Respetada.

me dedican sonrisas, 

pero nunca me tocan.

Nunca me abrazan con tal fuerza

que me haga olvidar la soledad. 

Recuerdo cómo me abrazaba mi madre,

Dios. 

Cuando me sentía herida en carne o espíritu

me acercaba a su persona, 

me tocaba el cabello

o me acariciaba la espalda  con sus manos cálidas. 

¡Oh, Dios, estoy tan sola!


Recuerdo el primer muchacho que me besó.

¡Era tan nuevo para ambos!

El sabor de unos labios jóvenes y palomitas,

la intuición de los misterios que vendrían. 

Recuerdo a  Hank y a los bebés.

¿Cómo podría recordarlo, si no juntos?

Entre torpes intentos de nuevos amantes

llegaron los bebés.

Y a medida que crecían, también lo hizo nuestro amor.


Dios, a Hank no pareció importarle

que mi cuerpo se volviese algo más grueso y ajado. 

Todavía lo amaba. Y lo tocaba. 

No nos importaba no ser hermosos. 

Y los niños me abrazaban mucho. 

¡Oh, Dios, estoy tan sola!


Dios, ¿por qué no criamos a los niños

para que fuesen bobos y afectuosos

y no solo dignos y correctos?

Cumplen sus obligaciones;

vienen en sus buenos coches, 

entran en mi habitación y me presentan sus respetos.

Charlan animados y recuerdan el pasado.

Pero no me tocan. 

Me llaman "mamá" o "madre"

o "abuela". 


Nunca Minnie. 

Mi madre me llamaba Minnie.

Lo mismo hacían mis amigos. 

Y Hank también me llamaba Minnie.

Pero ya se han ido.

Y Minnie también.

Aquí solo queda la abuela. 

¡Y Dios! ¡Está sola!


Minnie Remembers  de Donna Swanson


Este poema me conmueve precisamente por lo triste y nostálgico que es. El poema lo encontré por casualidad en un libro que tengo titulado El tacto del antropólogo británico Ashley Montagu. Es un libro muy interesante que habla de las relaciones humanas y de la importancia del contacto físico y el piel con piel entre las personas a lo largo de toda una vida. 

En el poema, una mujer anciana plasma sus sentimientos de soledad y nostalgia por el pasado. Parece que al llegar a la vejez , recordar el pasado es emocionante y a la vez, parece ser una sensación muy agridulce porque siempre se compara con la situación presente, y parece que lo que hubo anteriormente siempre fue mejor.

Y es que, como bien dijo en su día la escritora española  Ana María Matute, vivir es perder cosas. Es ir perdiendo cosas con el tiempo, aunque también se ganan, al final esas cosas, personas, momentos, también se pierden, porque nada es eterno. Y es eso mismo lo que le sucede a la mujer del poema, siente que ha ganado mucho en su vida con el amor de su familia, pero ahora, ya no queda casi nada, y se siente profundamente sola. 

Me despido con un último poema de Constantino Cavafis.


La vejez de mi cuerpo es una herida

de terrible puñal. No me resigno.

A ti acudo, Poesía, que conoces 


los mejores remedios que mitigan

el sufrimiento con las artes mágicas

de la palabra y de la fantasía. 


Me ha herido la vejez con su terrible

puñal. Ven en mi ayuda, Poesía, 

  y haz que me olvide de mi triste llaga,

aunque sea tan solo por un rato. 



Bibliografía

https://valencianoticias.com/el-muvim-proyecta-la-pelicula-%E2%80%98arrugas%E2%80%99-de-paco-roca/

http://www.xn--sociologainquieta-kvb.com/2022/05/vejez-y-sociologia-una-mirada-hacia-la.html

https://elenabarriga.wordpress.com/seminario-ii-reflexion-sobre-la-ancianidad/

 Roca, P. (2007) Arrugas.Astiberri

Montagu, A. (1971) El tacto.Paidós




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