martes, 28 de enero de 2025

Poemario Abus y el valor de los abuelos.

 Retornando al origen

¡Hola, lectores! El otro día decidí pasarme por la biblioteca municipal de mi ciudad y llevarme un par de cuentos para los niños a los que cuido entresemana. Uno de ellos ha sido Abus,  poemario de la maestra alicantina Mari Carmen Díez Navarro, docente de educación infantil a la que tanto admiro y leo. Y no dudé en llevármelo a casa para leerlo con calma y daros mi impresión a través del blog. Aunque no sólo mi opinión, sino, compartir una pequeña reflexión, que es lo que más me gusta.



Casualmente a la salida me saluda un señor y me dice que me llevo una buena sección de libros y que conoce a Mari Carmen Díez Navarro. De vuelta, le comento que hay que aprovechar que estos buenos libros se sigan publicando y leyendo porque ahora abunda mucho la literatura comercial, vacía y superficial que se aprovecha de las necesidades y modas pasajeras de la sociedad de consumo. Y es que, como maestras de formación, debemos saber diferenciar lo que es un cuento o álbum ilustrado de calidad de lo que no lo es para saber escoger y ofrecer a nuestro alumnado una buena referencia literaria  que tenga un valor estético y literario en las ilustraciones y en el texto, así como una buena variedad léxica y/o que incorpore rimas.





La historia que cuente tiene que emocionar, tiene que enganchar, ha de ser divertida y como he dicho anteriormente, debe tener variedad léxica e ilustraciones de calidad para educar en la apreciación estética. 


Por lo que respecta a este poemario (Abus), decir que es de la editorial Iglú, que su autora es una maestra jubilada que ejerció en la escuela infantil Aire Libre de Alicante y que contiene poemas que dedica a Liam y Noah, sus nietos. Además, para darle un toque más genuino las ilustraciones han sido realizadas a mano por antiguos alumnos/as de dicha escuela.


El oficio de los abuelos es suspirar,

 contar la propia historia,

 deshilvanarse.

El oficio de los abuelos es recordar, 

narrar cuentos sentidos,

 recuperar memorias. 

(Mari Carmen Díez Navarro)




Y la razón por la cual he decidido escribir una entrada sobre este poemario es debido a la temática de este: la relación entre abuelos y nietos. En su día ya escribí una entrada específica dedicada a los abuelos, pero los que me conocéis ya sabéis que me gusta hablar de estos temas. 

 No es la primera vez que digo que la sociedad en la cual vivimos está enferma. Y no me refiero al aumento de casos de trastornos y enfermedades mentales como puede ser la ansiedad o la depresión, que también da para hablar largo y tendido. El capitalismo tiene mucho que ver. Ya hablaré de esto en otra entrada. 

Debido al estilo de vida que llevamos, o que nos hacen llevar desde esta sociedad consumista y nihilista, en muchas ocasiones por inercia nos olvidamos de parar y analizar sobre lo que está bien y lo que no (capacidad de discernimiento), sobre lo que realmente importa en la vida y lo que no es tan relevante.

 En esta sociedad de consumo nos dicen que podemos alcanzar la felicidad y que tenemos que ser independientes, únicos, y vivir al límite completamente desarraigados de nuestras raíces: de nuestra familia. Asimismo, nos dicen que hemos de buscar la cantidad en vez de la calidad en nuestras relaciones, que tenemos que renegar de nuestro pueblo o ciudad en la que hemos nacido y crecido, y la cultura popular de esta. Si bien, es cierto que el globalismo se ha cargado en gran medida la tradición de cada pueblo y ahora, como diría el escritor Juan Manuel de Prada, todo se ha convertido en una albóndiga, en una masa homogénea, en definitivas cuentas, en una mierda pinchá en un palo. Nos dicen que para alcanzar la mayor autorrealización personal, tenemos que pensar por y para nosotros, en nuestro beneficio económico, en nuestro estatus social e ir a nuestra bola. Y eso implica, entre otras muchas cosas, el individualismo imperante.

 Todos hemos caído en ello, pero a la larga nos damos de bruces con la realidad y comprendemos que no es lo que deseamos como seres humanos, que lo que verdaderamente le hace feliz al hombre ( y a la mujer) es crear comunidad, establecer vínculos y darse a los demás, ya sea a través del ejercicio de una vocación convertida en oficio, ya sea de manera altruista llevando a cabo voluntariado, o incluso dándonos a las personas de nuestro entorno: familia, compañeros, amistades, un amigo que esté pasando por un momento delicado... 

Es por ello que resulta sorprendente el auge de casos de soledad de las personas mayores en las sociedades modernas y avanzadas. Como dato curioso, en algunos países como Reino Unido y Japón se ha creado el Ministerio de la Soledad. Una de las razones es que nuestra sociedad, completamente manipulada por unos pocos ( los gobiernos y los plutócratas de turno), se ha convertido en un parque de atracciones, en una especie de salón de juego donde nada es sólido ni duradero, donde todo está en un constante cambio, donde se tapa y se ve como un error la enfermedad, la vejez, el fracaso, la tristeza y la muerte,  que aunque no nos guste, forman parte de la vida. Y nos dicen que para ser felices y libres tenemos que seguir nuestro camino, pero ¿y qué ocurre con los demás?

Y la razón por la que cuento todo esto es porque  creo que hemos perdido el valor hacia la sencillez, hacia el pasado, la tradición, la sabiduría de nuestros antepasados y las raíces, y en ocasiones dejamos de lado a nuestros mayores, porque nos hemos creído que para disfrutar de la vida tenemos que ser libres y desapegarnos de las relaciones con los demás, especialmente de la familia. Parece que el legado de nuestros mayores no importa en absoluto a las nuevas generaciones nacidas en la era digital. Puede haber muchas razones que desconozca, pero parece ciencia ficción el mundo que hemos convertido donde los afectos y el trabajo por conseguir relaciones humanas  sólidas y duraderas han pasado en muchos casos a segundo plano. Vivimos en la sociedad de usar y tirar. 




Volviendo a los abuelos, en algunas culturas ( depende de las familias) la figura de los abuelos es prácticamente inexistente, en cambio, en algunas otras forman parte de la vida de sus hijos y nietos. Quizá conviene analizar el por qué y el cómo se podría evitar que las relaciones entre abuelos y el resto de la familia no decaiga. Imagino que el estilo de vida que llevamos no es el más favorable para poder compaginar de manera saludable trabajo, familia y la cantidad de ocio que nos venden. La sociedad y el sistema no creo que cambien de la noche a la mañana, pero siendo conscientes podemos hacer un pequeño esfuerzo de cambio personal en cuanto a valores y prioridades.

Para concluir,  no se trata de tomárnoslo como una obligación, pero sí creo que cuando uno tiene hijos pequeños y cuando ya somos mayores,  debemos hacer por conocer y pasar tiempo con ellos ( en la medida en que se pueda según las circunstancias), conocer la historia de su vida, la de su familia, y que así sepamos de dónde venimos para saber quiénes somos. Yo a mis 25 quiero poder disfrutar de la compañía y las historias de mis tres abuelos, porque como diría Ana Iris Simón, la autora de Feria, las manos curtidas de tierra, sol y viento también saben. 



Paisaje manchego, de Francisco Sandoval Barbero










Referencias bibliográficas:

Díez Navarro, M.C. (2021).Abus. Iglú
Simón, A.I.(2020). Feria. Círculo de tiza
 
Imagen: 
El drama de muchos abuelos separados de sus nietos, rtve



viernes, 17 de enero de 2025

Reseña de Feria, de Ana Iris Simón.

 "Las manos curtidas de tierra, sol y viento también saben"


¡Hola, lectores! Después de mucho tiempo, he decidido pasarme por aquí para escribir sobre una de las cosas lo que más me gustan: los libros😜. En esta ocasión vengo con la reseña de Feria, de la periodista manchega Ana Iris Simón, que he de confesar, que no conocía ni a la autora ni la existencia de este libro. ¡Y eso que ya va por la  16ª edición! 



Gracias al canal de You Tube del Doctor en Historia Gonzalo Rodríguez García, El aullido del lobo, en el cual, se dedica a entrevistar a escritores, músicos, psicólogos e intelectuales, encontré la reseña y entrevista de Ana Iris, y al escucharle, me sentí un poco identificada con su manera de pensar sobre la vida: la familia, la vida rural, la costumbre, el trabajo, la sociedad en constante cambio, el legado de nuestros antepasados... 


"Pensé que si lo que más me gustaba era escribir sobre la familia y la costumbre quizá es que lo que me gustaba no era escribir, sino la familia y la costumbre. " (Ana Iris Simón)


Y gracias a la lectura de su libro, además de convencerme de que mis anhelos no son tan extraños ni lejanos como los de la mayoría de la gente normal ( seguir una vocación, construir un hogar, una familia, formar comunidad...), me inspiró a la hora de preparar el regalo de Navidad para mi familia. Pues como buena cáncer que soy,  no puedo evitar sentirme atraída e identificada con el pasado, así que decidí preparar una presentación musicada con diapositivas. El resultado fue bueno porque disfruté mucho realizándolo y esperando el momento de darles la sorpresa.

 Volviendo al libro de Ana Iris, como me gustó e inspiró tanto y sigo escuchando a esta mujer periodista, pues me ha apetecido venir al blog a contaros qué me ha parecido y a destacar algunas de sus reflexiones con las que comparto plenamente la misma opinión.


 Ana Iris Simón, la autora y coprotagonista de Feria



Pero, ¿de qué trata este libro?

Este libro es una especie de diario y ensayo sociológico de la vida actual en España, la de los jóvenes, en parte, así como también la España de su niñez, la de sus padres y abuelos con toda su esencia manchega y sencilla. Es por ello que podría decirse que se trata de un diario personal sobre la vida de la familia de la periodista; nos cuenta cómo fue su infancia y juventud con sus abuelos feriantes ( de ahí el título del libro) y toda su prole proveniente del Campo de Criptana (Ciudad Real). 

Asimismo, en este libro encontramos referencias de la obra de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, así como también podemos aprender de la vida de antes, la de nuestros antepasados, que como mis abuelos paternos, vivieron en y del campo también en la tierra del Quijote. 

Lo que me gustaría destacar de este libro son algunas de sus reflexiones sobre la vida de antes y la vida actual, o mejor dicho posmoderna. Y espero que tras vuestra visita por mi blog, os cale hondo y os animéis a seguir leyendo y escuchando a Ana Iris.


El índice del libro se compone de varios títulos y subtítulos, de los cuales, solamente destacaré los que para mí han sido más significativos. Allá vamos: 


-El fin de la excepcionalidad 

 El libro comienza con esta frase: -"Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad." 

Y continúa con lo siguiente: 

-"Durante mi adolescencia y la primera juventud había desdeñado a los que se quedaban en Aranjuez porque menudos paletos, quedarse en un sitio tan pequeño y con tan poco que ofrecer. Pero la paleta y la que tenía que ofrecer era yo, y pequeñas mi alma y mis miras." 

-"Igual me da envidia la vida que tenían mis padres con mi edad porque a veces, sin casa y sin hijos como consecuencia de no tener en el horizonte mucho más que incertidumbre, daría mi minúsculo reino, por una definición concisa, concreta y realista de eso que llaman progreso"

En este primer capítulo Ana Iris , cuando escribió este libro estaría en los 29 o 30 años, estaba esperando su primer hijo y reflexiona sobre cómo vivían sus padres a los 30 y cómo ha vivido ella hasta la fecha. Reconoce que ha tenido la oportunidad de estudiar, de acceder a estudios superiores y poder dedicarse al periodismo, cosa complicada en este país. Pero a la vez siente que quizá los ha vivido con incertidumbre debido a la precariedad de su profesión, y pensando que  está sobrevalorado el denominado autodesarrollo personal.  

Si bien es cierto que nuestros antepasados no tuvieron tantas posibilidades de viajar y estudiar fuera, ni dentro, ni posibilidad de acceder a unos estudios superiores y que muchos no tuvieron la opción ni de acabar el graduado escolar, así como tampoco existía el irse de Erasmus. No obstante, a la edad de 25 años, muchos contaban con un oficio ( muchos que a día de hoy ni existen),  con casa, casados, e incluso con churumbel.  En cambio, los jóvenes de ahora tenemos un amplio abanico de posibilidades a nuestro alcance, pero luego a la hora de la verdad, cuesta poder conseguirlo todo a la primera: un trabajo con un sueldo que te permita vivir, construir un hogar y una familia el día de mañana. 

Vivimos en una sociedad individualista que nos ha metido en la cabeza que somos semidioses, que podemos alcanzar todos nuestros sueños y decidir quienes somos ( autodeterminación). Así como trabajar en aquello que nos apasiona, que tenemos que ser alguien en la vida, pero no tiene porqué ser siempre así. Muchas veces, por circunstancias de la vida (y del sistema) no puede ser y por tanto, cabe la posibilidad de poner en la balanza qué valoramos más en nuestras vidas: si vivir al límite y sentirnos  especiales y únicos en comparación con los demás, o buscar la verdad, el bien, el orden, la belleza y la justicia (dentro de la inestable situación de este mundo líquido), y poder así tener más probabilidades de poder el día de mañana, (a poder ser antes de que los plutócratas y globalistas nos lo quiten todo)construir entre todos, con paciencia, esperanza y humildad, una sociedad mejor para todos, no para uno mismo o para unos pocos.  

Yo quise estudiar para maestra de educación infantil por vocación, por amor a la infancia y porque sentí la llamada, y a día de hoy todavía no he podido desarrollar esa llamada, y no sé si podré algún día. No lo considero un capricho en absoluto. Nunca he pretendido hacerme rica, pero sí enriquecer mi alma con amor. Y por desgracia, a día de hoy, hay pocos oficios que te llenen tanto como aquellos que se dedican al cuidado de los demás. 

Cambiando un poco de tercio, nuestros padres no es que lo tuvieran más fácil. Nunca he dicho eso. Lo que veo es que ahora hay demasiada competencia en un mundo cada vez más individualista, atrapado por la sociedad de consumo y la tecnocracia. Nuestros padres sin tantos estudios han conseguido mucho más que yo a los 25. Ellos tienen un trabajo estable (quizá no es el se sus sueños, pero es un trabajo digno y respetable que cumple una clara función de servicio público) y con un sueldo con el que me han podido ayudar y apoyar siempre; ellos no fueron a la universidad para poder tenerme a mí y a mi hermano, para que nosotros tuviéramos una buena vida, como la que todo padre quiere para sus hijos. Son ellos lo que pagaron lo necesario para que yo pudiera estudiar la carrera que quise y poder ejercer algún día como maestra de escuela, aunque hasta la fecha, no ha merecido mucho la pena a pesar de los esfuerzos de ambas partes. 

Quizá tengamos  que resetear nuestras cabezas y priorizar qué es lo realmente importante en nuestras vidas y lo que no. Aunque a veces cueste quitarse de la cabeza los sueños rotos del corazón. Pero, como dice la autora en un fragmento de su libro, "al final las cosas importantes son muy pocas". Quizá deberíamos plantearnos entre todos qué es lo realmente importante para una sociedad y para ello tendremos que cambiar nuestras prioridades individualistas y velar por el bien común. 



Patria, estirpe y linaje

-La razón principal por la que quería tener hijos no era por ser madre yo, sino por hacerle a él abuelo y a mi abuelo bisabuelo. Por continuar con un linaje, por devolverle lo que me había dado, la vida y el amor.

Este fragmento del libro habla de sus ganas de ser madre y el motivo principal por el cual quiere darle a su padre nietos. A mí me pasa un poco igual. Desde que tengo uso de razón siempre he querido tener hijos. No me veo el día de mañana no siendo madre y si así llega a ser, he de confesar que me sentiría muy vacía. Hoy en día la gente joven pospone la edad de tener hijos porque, entre que hay mucha inestabilidad laboral y cada vez tanto hombres como mujeres buscamos la autorrealización personal, llega un punto en el cual hemos de escoger y yo a mis 25 años tengo claro que no quiero tardar más de diez años en ser madre, no quiero que me confundan con la abuela de mis hijos. Pero también soy consciente de mis circunstancias y ojalá que de aquí a unos cuantos años pueda ponerme a ello. 

Desde mi punto de vista, las sociedades deberían impulsar la natalidad, fomentando que la gente joven se anime a construir un hogar y una familia. En cambio, lo que insinúa es que ya somos demasiadas personas en el mundo y que tener hijos es contraproducente para el cambio climático. Es dolorosísimo escuchar semejantes barbaridades en un país como el nuestro donde faltan niños y faltan jóvenes, donde cada vez hay más población envejecida, donde el telediario nos bombardea con noticias del tipo: "Los jóvenes cada vez retrasan más la paternidad y maternidad". ¡Por algún motivo será! Entre que algunos pretenden vivir en los mundos de yupi sintiéndose libres fornicando con unos y otros sin amor ni compromiso, el auge de las ideologías de género, y otros que no podemos porque no nos hemos emancipado, o porque no encontramos un trabajo con unas condiciones adecuadas para la procreación, así como la infantilización de la sociedad,  al final no sé qué pasará con la institución de la familia ni con el mundo entero.



El amor

-Tendré que contarte que es de esa tierra naranja de donde venimos y tendré que explicarte lo que es un pueblo y te diré que el nuestro está atravesado por tres realidades: la ausencia total de relieve, el Quijote y el viento. 

-Sabía que tendría que contarte que es de esa llanura parda e infinita de donde vienes, que es ese manto de esparto lo que eres (...) y que sintieras entonces que eres el heredero de una raza mítica, como de cuento popular. Y es que lo eres y por eso te quería antes de conocerte y por eso te traje al mundo. Por eso y no para quererte, aunque te quiera más que a mí. 

Ana Iris cuando escribe el libro está embarazada de su primer hijo y en muchas ocasiones se dirige  directamente a él haciendo referencia a la familia, a su pueblo, a las costumbres de sus gentes y al amor hacia todo ello. Cada vez las personas vivimos y nos movemos en la ciudad como pez en el agua y hemos perdido la conexión con lo esencial y con la naturaleza. Tampoco es culpa nuestra, es la vida que nos ha tocado vivir, la mayoría de trabajos se encuentran en las grandes ciudades y cada vez el trabajo en el campo es denostado y despreciado por los propios dirigentes de un país. 

Confieso que me siento orgullosa de tener por parte de mis abuelos paternos un pueblo, si bien es cierto, que desde hace un tiempo, no hemos ido con la frecuencia que  a mí me hubiese gustado. El ruido y el estrés de la ciudad cada vez me pesa más y me gusta menos.

Las obligaciones, los trabajos, los estudios y el auge del individualismo (el sistema en el que nos encontramos inmersos) impulsan la despoblación rural, aunque desde hace un tiempo se ha puesto de moda la vida bucólica en los pueblitos pintorescos de España, en el fondo no soluciona el problema que acarrea esto. Cada vez la vida en la ciudad se expande, el hombre  moderno no vive tan conectado con el presente ni con lo esencial, dos cualidades que sí aporta la vida en el pueblo. 

Un ejemplo claro de persona con los pies en la tierra es mi abuelo. He conocido pocos hombres tan serenos y sabios como él, "porque las manos curtidas de tierra, sol y viento también saben". Ahora mismo le veo cuidando y contemplando su huerto, cortando y degustando sus frutos y recogiéndolos para sus hijos y nietos... Y es que eso es la vida. 




Quizá esté romantizando el mundo rural, porque vivo en la comodidad de la ciudad, pero recuerdo con mucho cariño lo bien que lo llegué a pasar de niña veraneando un par de días cada año en el pueblo de mis abuelos, yendo detrás de las lagartijas con un vaso para atraparlas, el despertador natural del gallo del vecino ( mi tía Almudena se reirá con esto),  pasear por la noche viendo las estrellas de cerca, y ese olor a esparto tan característico del campo de La Mancha. 

Quizá yo también tenga que contarle el día de mañana a mis hijos qué es un pueblo, aun así tengo la esperanza de que podrán llegar a vivirlo por ellos mismos. 



La madre

-Mi abuela era hacia dentro, era silencio y quietud, dulzura y abnegación; mi abuela era entrega y discreción y a todas esas cosas es muy difícil escribirles porque es muy difícil acotarlas, todo lo envuelven y abarcan, todo lo arrullan y el todo no se puede ni ver ni escribir. 

-Yo siempre la recordaré cachondeándose de todo lo que voceaba mi abuelo y riéndose después, contándome de los años en los que se quedó al cargo de ocho críos y una borrica porque él se fue a Alemania a trabajar, en los sesenta, y haciéndolo sin victimizarse ni engrandecer su gesta, casi con pudor, casi con vergüenza de reconocerse tan fuerte y tan capaz en sus propios recuerdos. 


Tras la muerte de su abuela paterna, decidió escribir unas palabras en su memoria y en ellas,  nos recuerda la fuerza de las mujeres de antaño. Conozco muchas chicas jóvenes que se creen precursoras del feminismo y de la lucha de las mujeres, pero para mí no son más que crías con afán de protagonismo. Las mujeres de antes, como nuestras abuelas y bisabuelas, fueron muy fuertes y echadas p´alante. Si bien es cierto que no pudieron, algunas, llegar a disfrutar del mismo derecho de algunos hombres  a la hora de poder estudiar, trabajar y/o fuera del hogar, pero, parece que la fuerza de una mujer se demuestra solo de puertas para a fuera, pero no de puertas para dentro.

Todavía tenemos el prejuicio hacia algunas mujeres que deciden quedarse en casa cuidando de sus hijos, por ejemplo. Parece que está bien visto ir a trabajar a la oficina a los dos días de dar a luz porque nos han dicho que  podemos con todo ("nos han empoderado"). Eso ya lo hacían las mujeres de antes, pero porque no tenían otra opción, y ahora, teniendo la posibilidad (aunque siempre hay excepciones), miramos mal a las mujeres que quieren tener más de dos hijos, a las que se sienten inclinadas por profesiones relacionadas con el cuidado y la entrega hacia los demás, o hacia carreras de letras como  mujeres menos dignas que aquellas que han escogido una carrera científico-técnica o son grandes ejecutivas de una multinacional. Queremos que la mujer sea libre, pero a nuestra manera posmoderna, que no sea muy femenina porque ahora tiene que ser una mujer empoderada/muy masculina y narcisista.

Acabo este apartado diciendo que ahora se valora la masculinización de la mujer y la deconstrucción del hombre. Quizá porque no quieren que construyamos un proyecto común juntos, los hombres y las mujeres, porque no interesa que formemos una familia. Pues a mí, llamadme antigua, pero no me atrae el hombre blandengue, al igual que tampoco le gusta a Ana Iris, ni al Fari. Porque con tantas empoderadas y deconstruidos al final no llegamos ninguna parte. 




La historia del gigante

-En los últimos tiempos, cada vez hay menos Quijotes. "La Mancha está llena de Sanchos, Sardinero. El mundo está lleno de Sanchos. Todos creen ser los más cuerdos, los más sensatos, los que más en sus cabales están. Lo que no saben es que, en su persecución del número, de lo conmensurable, de lo tangible, están cometiendo la insensatez de dejar de la lado la obcecación, lo invisible y la intuición. 

-Quedan ya pocos Quijotes, pero es que realmente nunca hubo muchos y he aquí la contrariedad. Pero mientras la llama de su espíritu siga presente, iremos ganando la batalla. 


Para terminar la entrada, quería hacer mención al último capítulo del libro en el cual nos muestra un fragmento de la novela de Miguel de Cervantes. Un fragmento, que a pesar de no haber leído aún el Quijote, sí que considero que tiene un gran significado que merece la pena comprender e interiorizar, sobre todo en estos tiempos que corren del éxito mal entendido, las relaciones líquidas, la precariedad laboral, la incertidumbre... 

Parece que el mundo se te desmorona y te ves que estás en una época que no te pertenece ni hace justicia a tus valores ni a la forma de entender la vida. Quizá tú también te sientes extranjero en tu propio tiempo, quizá tú también has sido burlado por los cínicos de nuestro tiempo.

A don Quijote también le tomaron por loco, precisamente por perseguir unos ideales supuestamente pasados de moda. Pero nunca hay que perder la esperanza, ni la fuerza, ni las ganas de seguir hacia adelante, mirando de vez en cuando hacia atrás para seguir aprendiendo de nuestros antepasados, haciendo siempre el bien y buscando siempre la verdad de la vida.  Porque la verdad es lo único que nos hace libres y no al revés, como nos hacen creer en la posmodernidad.


Muchas gracias por leer y por seguir ahí. 

¡Hasta la próxima, lectores!







Bibliografía: 
https://www.telva.com/cultura/2021/01/05/5ff394fd01a2f1825b8b45ba.html

Simón, A.I.(2020).Feria: Círculo de tiza 

Enlace a la videoentrevista a Ana Iris Simón en el canal El aullido del lobo
https://www.youtube.com/watch?v=8Ie_TwHinHM


Animación lectora I : Antonia Rodenas, maestra y cuentista.

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