Reflexión personal y profesional sobre la educación infantil.
Todo lo que hay que saber sobre cómo vivir, qué hacer y cómo debo ser lo aprendí en la escuela infantil. La sabiduría no estaba en la cima de la montaña de la universidad, sino, allí, en el arenero. (Fulghum,1986)
Con esta preciosa y significativa de Robert Fulghum, autor norteamericano, he querido comenzar la entrada de hoy, reflexionando acerca de la educación de nuestra infancia. De aquello que considero importante, como maestra, aunque a día de hoy, sin plaza. He querido escribir este texto porque, tras un tiempo estudiando y leyendo para mis primeras oposiciones, así como viendo y observando lo que se hace y lo que se deja de hacer he llegado a varias conclusiones.
-La primera es que el sistema, y no solo el educativo, sino, el sistema en el que vivimos tiene mucho que mejorar.
-Que las personas que nos dedicamos o nos vamos a dedicar a la educación infantil debemos prepararnos también por nuestra cuenta. Leer libros sobre pedagogía, asistir a charlas y compartir nuestros puntos de vista y reflexiones. No es suficiente con la formación inicial recibida en la universidad, en muchas ocasiones, insuficiente.
Un ejemplo de los libros que suelo leer sobre educación infantil y que recomiendo.-Que tenemos que defender una educación infantil de calidad desde la práctica, desde el hacer para con los niños, y no dejarnos llevar por las modas, las opiniones de "expertos" y las presiones de arriba por llevarlo todo al día y hacer una montaña de fichas al trimestre para hacer entender a las familias que sus hijos están aprendiendo.
También quería recomendar alguna lectura que, a mí, personalmente, me han servido de mucho, me han ayudado a desarrollar una mirada más crítica en relación con nuestra función para con la infancia y sus familias, nuestra falta de formación inicial en las universidades, así como para desarrollar un enfoque centrado en la mirada de ese niño/a que está creciendo, que día a día, aunque no lo parezca, está aprendiendo algo nuevo, se asombra y nos asombra a los mayores. A algunos, cabe aclarar, no a todos, pues, por desgracia, unos cuantos andamos más que distraídos, ocupados en asuntos más relevantes como atender a una llamada, o a una docena de mensajes al día, a teletrabajar, estudiar, y un largo etc.
Después de más de dos años sin haber pisado un aula de educación infantil, ni haber tenido casi contacto con niños de estas edades, estaba yo en la ducha pensativa, rumiando qué hacer en caso de no haber aprobado (he aprobado pero no soy funcionaria); si intentarlo una vez más hasta conseguirlo, probar suerte fuera, o buscarme otra cosa... cuando de repente me acordé de una mañana preciosa de marzo en la que mis alumnos de prácticas y yo, junto con su maestra, salimos al patio con el cuento: Vamos a cazar un oso, de la editorial Ekaré ( muy recomendable, por cierto) y leímos la historia a la vez que correteábamos por el patio, cruzando un campo de largos pastos verdes, nadando por un río profundo y frío, caminando de puntillas por un barro espeso y pegajoso, adentrándonos en un bosque verde y oscuro, luchando contra una tormenta de viento y nieve, hasta llegar a la oscura cueva del temido oso...
Recuerdo que un niño, bastante tímido y poco efusivo, se emocionó tanto que quería leerlo otra vez. Y es que, como ya se sabe-y no hace falta que lo diga ningún experto, pero lo voy a citar por si las moscas- aquello que emociona es lo que nos llega, lo que nos hace vibrar y querer saber y aprender más (Neuroeducación de Francisco Mora).
Habrá gente, que leerá esto y llegará a pensar que se trata de una tontería. Bueno, si lo ve con ojos de adulto distraído, puede ser, pero si lo ve desde los ojos de niño y de una buena maestra (o acompañante del niño en su proceso de desarrollo en sus primeros años de vida), realizamos una sesión estupenda al aire libre de psicomotricidad, se llevó a cabo una animación lectora, se educó en el gusto por la literatura infantil de calidad, así como aprendimos sobre direccionalidad, lectoescritura, llevamos a cabo estimulación del lenguaje oral...
En definitiva, pasamos un momento precioso, que se me ha quedado grabado en la memoria. Y es que compartimos un tiempo en el que disfrutamos de la compañía de todos nosotros y de un libro; hicimos ejercicio físico al aire libre y lo que más les puede sorprender a muchos, no hubo regañinas, ni malos comportamientos porque todos estábamos bien a gusto.
Asimismo, recuerdo otras ocasiones en las que me equivoqué, en las que me vi sobrepasada por las emociones y me faltó algo más de paciencia y en las que, luego más tranquila, me acerqué a alguno de ellos y le expliqué que los mayores, a veces, y en muchas ocasiones, también cometemos errores. Pero también recuerdo las veces en las que reímos juntos por las ocurrencias de alguno; nos dimos un beso o un abrazo, o descubrimos juntos un nido en uno de los árboles de nuestro patio, insectos curiosos caminando por el suelo del patio...
Me emociona acordarme de sus sonrisas, de sus miradas y de sus conversaciones; de sus dibujos y sus muestras de cariño. Aprendimos mucho más curando las heridas de dos niñas de clase, Carmen y Carlota, con agua y jabón junto con otros niños al rededor de nosotras, comentando lo ocurrido y observando el proceso con curiosidad y empatía. Y es que la escuela, además de ser un lugar donde aprender conocimientos (aunque en educación infantil es otro cantar) es un espacio para el encuentro con los demás. Es un entorno en el que niños/as, familias, maestros y personal no docente( limpiadoras, conserje, monitoras de comedor) compartimos momentos, vivencias, intercambiamos miradas y palabras. Es un espacio de vida, y luego viene todo lo demás.
Por desgracia, la escuela, en general, se ha visto condicionada por muchas corrientes ideológicas y por nuevas modas relacionadas con las nuevas tecnologías, por ejemplo, entre otras muchas otras, que no dejan de ser reflejo de nuestra sociedad actual y de lo que abunda en nuestro entorno: el consumismo. Y esto, nos ha salpicado a todos; a las personas que queremos acompañar a los niños, a las familias, a la escuela y a la infancia. Parece que algunos quieren convertir la escuela en una fábrica de personas homogéneas, poco críticas y pensantes, para que reproduzcan los mismo patrones de comportamiento que un autómata. Parece que es una preparación para el mundo capitalista, en vez de una educación para la vida. Decía Dewey, que la educación no es una preparación para la vida, es la vida misma. Y así es como ha de ser.
Viñeta de Tonucci como crítica al sistema educativo y al sistema en general.
La escuela también se ha visto afectada por el estrés de vida que llevamos. Todos los que formamos parte de este sistema, vamos a la carrera. ¿Por qué todo se tiene que hacer cuanto antes? ¿Cuanto más rápido y antes se llegue "a la meta", mejor? ¿Pero cuál es la meta? Para algunos padres o, mejor dicho, para alguna parte de la sociedad, la meta es que sus hijos sean alguien en esta vida. Quieren que vayan a las mejores universidades o que tengan un puestazo el día de mañana. Piensan en su futuro antes de que haya terminado la escuela primaria.
Obviamente los padres quieren lo mejor para sus hijos, y yo, cuando los tenga, pues digo yo que también, pero, lo mejor para ellos, en realidad es vivir su infancia plenamente como realmente merecen y ha de ser. Ya tendrán tiempo para caer en el sistema en el que nos encontramos inmersos y del que es difícil escapar. Ya tendrán tiempo de amargarse. Por ahora, dejémosles la infancia tranquila y que la vivan como la tienen que vivir. Claro que hay momentos para el aprendizaje, pero no nos confundamos y no pensemos que porque un niño de 3, 4, 6 u 8 años esté jugando a lo que más le gusta está perdiendo el tiempo y lo que realmente debería hacer es asistir a clases particulares de inglés, de robótica y otras tantas. Están inmersos en la rueda competitiva y consumista del dichoso sistema al poco de comenzar la escuela.
En la escuela infantil (que no es lo mismo que una guardería) los pequeños experimentan, huelen, tocan, descubren nuevas sensaciones y vivencias en compañía de los otros, dialogan, escuchan... Es un espacio para el encuentro con los demás y con el nuevo entorno.
Esta realidad me ha desalentado en muchas ocasiones, me ha hecho pensar que quizá, yo no valgo para esto, que soy una ilusa y una utópica, y que tendría que haberme dedicado a otra cosa (ser librera) o haber sido maestra en la época de las hermanas Agazzi, María Montessori, o en la de Rosa Sensat, de las que hoy día nos queda una estupenda colección bibliográfica para docentes de la editorial Rosa Sensat.
Quizá, más adelante, me vuelva a animar; me saque algún día la plaza, o simplemente llegue a trabajar en la escuela de todos y para todos y tenga la gran suerte de seguir aprendiendo de ellos. Porque, aunque algunos no lo crean, los pequeños tienen más sentido común y sensibilidad que muchos adultos y son el verdadero motor que mueve a la humanidad, aunque a veces nos saquen de quicio con sus pataletas.
El consumismo desmesurado, el poder y el éxito mal entendido de algunos, nos llevan hacia un individualismo y egoísmo exacerbado, y que por desgracia, mueven el mundo hasta reventarnos a todos (a unos más que a otros), pero la infancia, la educación y la familia, abren paso a lo que realmente importa: el amor.
Así ha de ser. Si no, yo no valgo para esto.
Bibliografía recomendada:
-Cualquier libro de Mari Carmen Díez Navarro, así como su página web: carmendiez.com
-Educación Infantil: Respuesta educativa a la diversidad, Alianza. De Gema Paniagua y Jesús Palacios
-Los hilos de infantil, Octaedro. De Isabel y Ángeles Abelleira Bardanca.
-Diez ideas clave: la educación infantil. Graó. De Mº Carmen Díez Navarro.
-La escuela slow de Penny Ritscher.
-Viviendo el barrio, Octaedro.
Webgrafía recomendada:
-Educación infantil, 6 claves para una vida. Un vídeo muy bonito que nos hace reflexionar sobre el enfoque de la educación infantil.